Supongo que únicamente gente adulta, bastante adulta, podrá recordar al ver este título el film “Busco mi destino” (Easy rider), una película de culto protagonizada entre otros por Peter Fonda y un recién surgido Jack Nicholson, en el pequeño papel de un abogado alcohólico, que lo lanzara al estrellato.
Sin entrar en detalles esta película claramente contracultural y antisistema, plantea un viaje de dos motociclistas (no es ni necesario aclarar de que moto se trata), desde California a Nueva Orleans para disfrutar del carnaval, y encuentran un camino plagado de aventuras y con un final de película realmente trágico.
Bueno, ya no solamente personas, sino países enteros, infinidad de países, todavía no han logrado instalar el barco de sus desafíos culturales y políticos en el puerto que corresponde y están parafraseando al film buscando su destino.
Por cierto, hay otros que lo lograron más allá de las miradas, en particular que uno pueda tener sobre ellos, y que estaría en validar con un me gusta o no me gusta esos destinos, pero está bien instalado que hay países que eligieron modelos de desarrollo y ya están en su lugar.
La potencia del norte eligió un modelo liberal con desarrollo de grandes capitales concentrados, y es país de destino de millones de inmigrantes, o era no lo sabemos, desde la llegada de Trump.
Europa en líneas generales y mucho más después de disuelta la Unión Soviética eligió un camino liberal moderado, con algunas prestaciones de carácter social. Los países nórdicos de Europa fueron por la vía socialdemócrata, con instituciones liberales y una fuerte carga impositiva para garantizar las prestaciones sociales.
China también eligió un modelo autoritario desde lo político, con una gran reforma liberal, capitalista y globalizadora a la caída de Mao Se Tung.
Después están los países árabes petroleros siempre más cerca de contenidos autoritarios en lo político y liberales en lo económico.
Por último, en esta breve síntesis están los modelos latinoamericanos, donde hay para todos los gustos, pero con una gran insistencia desde los años sesenta por ir hacia “paraísos” socialistas que evidentemente parecieran no existir.
Sé que esta larga introducción puede cansar, pero es necesaria para decir que Argentina también busca su destino.
Gracias a Dios si dividiéramos en dos aspectos la vida ciudadana, uno de ellos el político y el otro el económico, observaríamos que desde la caída de la dictadura se afianzó un sistema republicano, tal vez con una democracia adolescente, pero que funciona, no siempre bien como uno quisiera, pero funciona.
En lo económico podríamos decir emulando a Vargas Llosa “cuando se jodío el Perú” (acá sería la Argentina), donde hemos tenido todo tipo de experiencias y no precisamente con mucha fortuna, de ahí la necesidad ya no de buscar un destino, sino de encontrarlo definitivamente para poder pensar más en el futuro que en el presente, para que en el mismo se puede vivir con certeza y tranquilidad.
La salud y por ende todo el sistema sanitario depende de esta formulación política y económica, no se puede pensar aisladamente en nuestra profesión, sino que se tiene una mirada más amplia y abarcativa sobre todo el universo social y sanitario del país.
Los tres subsistemas funcionan, pero con muchas dificultades, pero de última funcionan. Solo se trata de mejorarlos sin perder la individualidad de cada uno de los sectores y ahí está el meollo de la cuestión.
Como hacemos para que la salud no sea un slogan y sea un derecho tanto para pobres como para ricos, al menos en las prestaciones básicas que el PMO señala y apunta que hay que garantizar, ese es el desafío del presente.
Si encontramos el destino que Argentina está buscando, tal vez “manejando el carro los melones se acomoden solos”, lo que está claro es que las miradas superideolgizadas no parecieran aportar la solución.
Conservando la idiosincrasia de los tres sectores, sobre todo de la seguridad social que ha sido un baluarte durante años, tal vez encontremos el destino que la salud y sobre todo el ciudadano merece.
