(Por Doctor Dardo Pereira, presidente de SOLP) – Se le atribuye al genial sanjuanino la frase “Todos los problemas, son problemas de educación” y tal vez sea cierto. Nos limita hacer una consideración tan amplia la complejidad de la vida actual, el cambio climático, la ecología, los avances científicos y tecnológicos, etc., etc., pero no hay ninguna duda que Argentina vive una crisis fenomenal en educación y no es precisamente solamente por una cuestión de financiamiento de las universidades públicas, por el contrario lo que está en crisis es la educación en sí misma.
La expresión de Domingo Faustino Sarmiento apodado “El Loco”, tan parecido a personajes de la actualidad, nos hace pensar además en aquella frase de Marx que nos llena de dudas, cuando afirmaba que “La historia se repite primero como tragedia y después como farsa”.
Ojala esto no suceda, porque de ser así como en el juego de la oca atrasaremos 20 casilleros y a volver a empezar. Argentina no está ni para ser refundada (ya fue refundida), ni para volver a empezar, así como está debe salir del pozo en donde se encuentra, mejorando la calidad de los actores y protagonistas principales de esta película trágica que se llama “Cuarenta años de democracia sin encontrar el rumbo”.
Cuando se plantean las dos opciones agonales en materia de la crisis universitaria, uno puede pensar que en realidad esas dos expresiones contrapuestas son la punta emergente de un gigantesco iceberg de la batalla cultural, donde existen dos modelos enfrentados de par en par. Para unos la educación universitaria es con estado, para otros es sin estado. Esta sería la síntesis final del pensamiento de los líderes de ambas cruzadas políticas.
En el medio estamos los que pensamos que ambas opciones son válidas, universidades públicas de gestión privada o de gestión estatal, plantear la división antes señalada nos retrotrae a las épocas de Risieri Frondizi, es decir al pasado, de laica o libre.
Sin embargo hay otro problema más grave, y es que la crisis no es solamente universitaria, la crisis es de la educación en general, donde la escuela media principalmente es la que está siendo jaqueada de punta a punta, sin encontrar el sentido en esos seis años de una adolescencia que en la mayoría de los casos no le sirven para nada, trayendo aparejado una tragedia educativa cuyo resultado final se exterioriza en la universidad.
El verdadero drama está en la etapa anterior a la universitaria, está en la formación, está en la secundaria, curso donde muchos pedagogos sostienen que así como está la escuela media no sirve para nada.
La pobreza que todo lo puede, que todo lo destruye, está matando los anhelos y las posibilidades futuras de nuestra nación. Está demostrado estadísticamente que los estudiantes más pobres abandonan antes y se gradúan menos.
“Entre 2006 y 2017, a pesar del crecimiento de la matrícula universitaria, casi no hubo cambios en la proporción de argentinos con educación superior completa”, según plantea un trabajo de investigación de la especialista Ana García de Fanelli. “En Chile, en cambio, esa proporción aumentó 14 puntos porcentuales en el mismo período”.
La universidad se debe replantear “puertas adentro, la duración de las carreras, su diseño, que también impacta en las clases medias más o menos altas que van a la universidad, en la actualidad las 65 universidades e institutos universitarios públicos tiene una matrícula de 2.162.947 estudiantes, sumando carreras de grado, las más masivas, además del pregrado y el posgrado: representa el 80% del total de los 2.714.277 estudiantes de todo el sistema de universitario público y privado del país. En cambio, las universidades privadas absorben el 20% de la matrícula restante, es decir, un total de 551.330 estudiantes”.
“El dato más preocupante es la graduación en el tiempo teórico de duración de las carreras de grado: en 2021-2022, el mismo informe muestra que en las universidades públicas, solo se graduó el 23,7%, mientras que en las privadas, el porcentaje de graduados de carrera de grado llegó al 40,8%”.
“Un tema de preocupación general es la dificultad para permanecer en la universidad: el abandono se produce ya desde el primer año de la carrera, cuando se da la tasa más alta de deserción” nos dice la experta Ana García de Fanelli. “Los más afectados en ese primer año, los que llegan con menores recursos educativos desde el secundario, coinciden con los de menor nivel socioeconómico”.
“Mientras que en el primer año de la carrera, los estudiantes del primer decil, los más pobres, representan el 7,9% de los alumnos matriculados y los del décimo decil, los de mejores ingresos, representan el 5,3%, llegado el quinto año de la carrera, esas proporciones cambian dramáticamente: los más ricos pasan a representar el 12,7% del estudiantado a expensas de una pérdida contundente de alumnos del decil más pobre. Llegado el quinto año, los más vulnerables apenas representan un 1% de la población universitaria”. Los datos provienen del documento “Desigualdad educativa en el nivel superior”, publicado por Argentinos por la Educación en 2022 sobre la base de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH).
Parece que el acceso del pueblo a la universidad como proclaman muchas organizaciones de izquierda resulta una verdadera falacia, con estos datos abrumadores donde solo el 1 % de los estudiantes pertenece a la clase más baja, la afirmación es un contrasentido.
Continuara
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