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Sociedad Odontológica La Plata (SOLP)

La luz al final del túnel

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Dardo Pereira

Presidente de la Sociedad Odontológica La Plata

Está claro y lo vengo sosteniendo desde hace tiempo, que transcurren momentos difíciles y complicados para la profesión, y esto se da en diferentes instancias que abarcan desde el mismísimo ejercicio profesional, hasta la profesión como menú de oferta de servicios en la seguridad social.
También está el rol de algunas instituciones de la profesión, que parecen haber perdido el rumbo en medio de la tormenta. Lo que de por si es todo un problema, pero esta catástrofe se complica mucho más si los navegantes además que extraviaron la brújula no saben a dónde ir.
En el primero de los casos, una de estas dificultades y es de trascendencia, es la brecha que separa la actualización técnica y científica de la odontología y la oferta de las obras sociales a través de sus nomencladores, lo que está generando un abismo cada vez más grande entre ambas posiciones.
Me animaría a decir que si no se actualiza el nomenclador con prácticas modernas y necesarias, la seguridad social no tiene destino, porque las prestaciones que el paciente va a requerir en un porcentaje que yo estimaría en un 90 por ciento quedaran fuera del nomenclador.
Para que ofrecer odontología por una obra social si después la endodoncia mecanizada no está, los implantes esta ausentes, las técnicas con postes de fibra de vidrio nunca estuvieron, si la ortodoncia no está cubierta, si el capítulo preventivo es pequeño y sin cobertura, etc., etc., lo que hace que el paciente termine pagando casi la totalidad de los tratamientos, después de haber aportado durante años a su obra social. Así la odontología se limita a un menú pequeño y anticuado, y como un viejo dentista dijo alguna vez “nosotros hacemos que los atendemos y ellos hacen que nos pagan”. ¿Una puesta en escena o una estafa?
Otro tema es que muchos no alcanzan a comprender que las nuevas camadas de profesionales, cuya idiosincrasia más intima no siempre son claramente visualizadas por quienes dirigimos determinadas entidades, nos están señalando a viva voz marcadas diferencias con las generaciones que conducen.
Claro que los signos de rebeldía e inconformismo por ahora quedan más en el terreno de las palabras y de las cervecerías, alejados aun de acciones individuales o colectivas dispuestas a “hacer tronar el escarmiento”, como dijo alguna vez un general del siglo pasado.
No comprender, analizar y contener al sujeto histórico que es el “leitmotiv” de la dirigencia, la cual se supone que lo defiende, o al menos lo representa, o pretende hacerlo, marca un defecto injustificable por parte de quienes administramos instituciones.
El orden establecido sirve para organizar un modelo prestacional o de servicios, pero cuando este comienza a mostrar falencias, grietas o desactualizaciones, la tarea de un dirigente no es transferir a otras entidades sus problemas no resueltos, sino resolverlos con la entereza, la dedicación, el estudio y la valentía de conocer el tema del cual se está hablando.
Las instituciones en el espíritu de su creación generalmente tienen fines nobles, los cuales no pueden ni deben ser alterados por reglamentaciones, miradas de asesores jurídicos maltrechos, o interpretaciones pasajeras, que buscan resolver problemas a costillas del otro.
Debemos estar unidos y comprender el mal momento que pasan nuestros representados, así como sus entidades para poder ver entre todos “la luz al final del túnel”.
Ahora todos saben que esta frase tiene un significado muy grande de esperanza, palabra cristiana y próxima a la fe, terreno fértil para los creyentes, pero no tanto para quienes transitamos los campos espinosos y turbulentos de la razón.
Por lo tanto se debería analizar bien la situación en general y no desde un pequeño enclave, envueltos en un microclima espeso y maloliente, para desde ahí pretender resolver algo que nos afecta a todos.
Esa esperanza de la cual hablamos y que se resignificaba con “la luz al final del túnel”, se puede transformar por un mal manejo o un mal asesoramiento, como irónicamente se comenta a menudo en un tren que viene de frente, cuya colisión dejará resultados que seguramente ni los futuros años por venir, alcanzaran para encontrar consuelo.

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