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Sociedad Odontológica La Plata (SOLP)

¿Los odontólogos salieron de la boca? (parte III)

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Dardo Pereira

Presidente de la Sociedad Odontológica La Plata

Nuestra profesión como muchas actividades, se debaten en el contexto de la sociedad en la que se desenvuelven, algo que no es ajeno al resto de las profesiones de la salud y por lo tanto tiene mucho que ver el mundo y los valores, o los patrones de conducta, si no se está de acuerdo con el termino valores, que dicha comunidad sostiene.
Esos valores a lo largo de la historia de la humanidad no fueron eternos y mutaron de acuerdo a las miradas filosóficas, o a la cosmovisión del mundo en el cual se desarrollaron.
Para citar algún ejemplo rápido y eficaz, vemos que en la edad media, época larga y duradera de casi diez siglos, dominada por una concepción eclesiástica tradicional, pétrea y jaqueada por el símbolo del pecado, los objetivos del ser humano, del hombre para ser más precisos, eran servir al señor ya sea como santo (haciéndose cura) o como militar, defendiendo con su espada el santo grial.
Bueno eso no existe más y quedo en el olvido, los valores de la sociedad presente, la de la “modernidad liquida”, distan kilómetros de distancia de los mencionados. Esta sociedad postmoderna exige ser joven, abrumadoramente joven, cansadoramente joven, porque lo viejo ya no sirve y hasta recibió la insultante categorización de “viejos meados”.
Y para ser joven ya no alcanza con las miles de dietas que pululan por las redes, tampoco es suficiente con las tiendas naturales que “se reproducen como hongos después de la lluvia”, ni el entrenamiento físico diario, ni el yoga o los refugios cuasi místicos de la meditación trascendental, se requiere algo más para tener la piel perfecta, lozana y joven, ahora también se debe armonizar aquello que nuestro cuerpo no puedo resolver por sus propios medios.
Y entonces apareció el “Entrepreneur” del odontólogo. ¿Y porque apareció este novedoso personaje, salido de nuestras entrañas más profundas? Apareció porque la sociedad lo llamó, estos valores o estos patrones de juventud eterna lo convocaron, él no tuvo la culpa, él solamente “la vio”.
Los pioneros saltaron al ruedo y se atrevieron, pero no a tratar las patologías de la piel eso está vedado, eso está prohibido, lo que hicieron fue saltar de un trampolín desde la boca hacia los labios primero y estructuras adyacentes más adelante, para demostrar que quien más sabe de la anatomía de esa región es el armonizador oro facial.
En ese terreno gris donde todo en un principio genero confusión, se aventuraron quienes creyeron que aquello que no se pudo resolver antes, se podría resolver de otra manera, con productos inyectables como el ácido hialuronico o la toxina botulínica.
Porque hasta el más neófito de nuestros colegas sabe que el odontólogo no trabaja solamente sobre dientes nada más, lo hace también sobre las estructuras conexas y en algunas disciplinas y momentos de la vida de las personas, los movimientos dentarios son también acompañados por movimientos óseos, que terminan cambiando la facies del paciente, amén de solucionar problemas mucho más profundos y complejos como el habla, la deglución, la fonación, la masticación, etc.
Y si las estructuras blandas no acompañaron los cambios óseos producidos y el labio superior o inferior no cubre las piezas dentarias como debería hacerlo, ya no por un cuestión solamente estética, sino por una cuestión de salud y protección de las estructuras dentarias que están por detrás, ya que los labios sabemos que están ahí no solamente por ser bonitos, sino porque son una especie de paragolpes de protección.
La pérdida o fractura por un golpe de un diente o de varios, por la práctica de un deporte o por un mero accidente, generan a posteriori problemas que económicamente y restaurativamente son luego muy difíciles de solucionar para volverlos a su normalidad, ya que por más avances que la ciencia y la técnica hayan tenido e intenten resolverlo, nunca podrán igualar a la naturaleza, a la cual se la puede imitar, se la puede copiar, pero nunca, nunca se la podrá igualar.
Por lo tanto existen según mi humilde opinión, sobradas razones para permitir, fomentar y acceder a que el odontólogo pueda trabajar en las partes blandas, ya fuera de su escondite de tantos años, como fue la boca.
Lo que debiéramos debatir de aquí en más serian otros aspectos sobre el tema, llámese incumbencias o quienes pueden hacerlo, además de pensar en que manera se deberían capacitar quienes quieran realizar este tipo de prácticas.
Ya que si bien los estudios que hacen referencia a estos temas en la curricula están presentes, la actualización de los mismos y la aplicación de sustancias en tejidos blandos requieren de una re calibración y acreditación permanente, la cual solo con algún título, revalidación, o especialidad habilitante se podría lograr.
Pero esto será materia de debate de la próxima entrega del editorial.
Continuará.

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