(Por Doctor Dardo Pereira, presidente de SOLP) – Estamos viviendo épocas de cambio con una dinámica pocas veces vista, hasta tal punto que podríamos hablar que la sociedad está inmersa en un torbellino tan grande que no alcanza a verificar la real trascendencia de la transformación.
En la historia de la humanidad según mi humilde opinión existen tres grandes crisis de innovación. Sin lugar a dudas la primera fue la agricultura, cuando el homínido dejo la selva, se ubicó en la estepa, comenzó a cultivar y se hizo sedentario, surgiendo las futuras ciudades y la evolución de la sociedad.
La segunda gran invención fue la imprenta, que permitió de allí en más que infinidad de personas aprendieran a leer primero y a escribir después, atribuyendo que el desarrollo de la cultura y de la organización de la sociedad ahora tenía más participantes.
Hoy estamos en la revolución digital que se inicia con la computadora y llega hasta nuestros celulares, verdaderas computadoras portátiles en pleno desarrollo de la IA que no sabemos dónde termina.
Y frente a esta dinámica de cambio y mutación que se desarrolla en todas las áreas de una sociedad, nuestra actividad parece no estar exenta de este gigantesco remolino de variaciones y desde hace unos pocos años algunos pioneros decidieron salir de la boca, para intervenir en estructuras conexas como labios y adyacencias.
Hemos hablado en editoriales anteriores de la condición de “Entrepreneur” del odontólogo desde sus orígenes. Particularidad que podríamos decir tiene su punto de partida más claro en la conformación de la profesión en América del norte, ya que su aparición en Europa fue como una actividad nacida de las costillas de la profesión médica.
Esa profesión surgida de las academias privadas de los EE.UU., paso luego a tener rango universitario, con la conformación básica en los dos niveles clásicos que llegan hasta la actualidad: lo biológico en los primeros años y lo clínico en los últimos.
Todo esto gracias a la colaboración del informe de Abraham Flexner para la carrera de medicina. Esa referencia dejo en pie solo treinta y una facultades de las ciento cincuenta y cinco academias de medicina que existían, dándole un aval científico a la carrera de médico, algo que posteriormente se reprodujo en nuestra profesión.
Hemos señalado además que desde siempre la enseñanza de la profesión fue para pocas personas y su ejercicio avanzado con las técnicas y los conocimientos científicos necesarios, también eran para pocos destinatarios, ya que existía y existe una circunstancia fundamental para esa supuesta o real concepción elitista de la disciplina: los altos costos de los insumos que se utilizaban y se utilizan hasta hoy en día.
Así la profesión nació atravesada por un dilema desde su raíz: el tratamiento de la salud bucal es costoso. Ya que desde el oro originario de las primeras obturaciones, hasta lo complejos insumos de la actualidad, todo se torna sumamente gravoso.
Ojo, la salud bucal tiene solución, pero hasta ahora “nadie le da bola” y esa solución se llama promoción y prevención, sumado a la atención primaria de la salud, tanto para nuestra disciplina como para la salud en general, pero como siempre decimos la salud no da votos y por lo tanto siempre se encuentra postergada.
Pero claro frente a esos tratamientos costosos en salud bucal, surgió algo que hemos revalorizado los que creemos que todavía hay una diagonal entre dar salud y obtener rentabilidad para el prestador, y esto ha sido la seguridad social.
Me he cansado de alabar el sistema no por cuestiones de ser transitoriamente el presidente de una entidad que realiza la representación gremial de sus socios, sino por algo mucho más importante y valioso como es mi concepción filosófica de la política, que tiene en la profundidad de su esencia un sentido casi innovador de los principios republicanos de la revolución francesa: libertad, igualdad y fraternidad y eso se llamó seguridad social.
La clase media y baja de las sociedades occidentales gracias a la seguridad social accedieron a una atención de calidad, antes solo reservada para los ricos, y ese valor, ese principio que defendemos no es otro que el otorgado por el estado de bienestar.
Esto se resume en que la persona, reciba la salud que debe merecer todo ser humano, por el solo hecho de serlo. Hoy los tiempos no son buenos para el estado de bienestar, ya que se encuentra jaqueado por los “degenerados fiscales” por un lado y los apóstoles de equilibrio de las “fuerzas del cielo” por el otro.
Ahí es donde comienzan a morir las valores conseguidos, ante la encrucijada actual de un desaforado individualismo posmoderno, o las miradas ideologizadas dispuestas a voltear castillos de arena, pensando que son las grandes empresas del poder hegemónico gramsciano.
En el medio aún se levanta altiva la seguridad social esperando que llegue el equilibrio.
La batalla se extiende por toda nuestra patria, sin que existan ganadores, pero eso si hay un derrotado y ese derrotado es la gente, el “laburante”, que ahora “por h o por b” tiene que pagar todo lo que antes era un pago mínimo o directamente no exista tal requisito.
Ante esta encrucijada gran parte de la profesión se corrió del eje y son cada vez menos los prestadores que aun aguantan, ya sea porque no queda otra, o por respeto a sus “viejos” pacientes.
Y entonces que hizo este “Entrepreneur” de los nuevos tiempos que es el odontólogo, dio batalla para salir a flote, salió de la boca y no se sabe si volverá a ese lugar.
Los odontólogos sabemos de estas batallas en territorios grises, ya las dimos en nuestros orígenes sacándonos la “pata” de los médicos de encima. Luego la dieron los cirujanos maxilo faciales para poder ejercer algo para lo cual estaban doblemente capacitados, como odontólogos y como cirujanos. Y hoy en esa zona incolora que es el sistema estomatognatico vinieron estos primeros odontólogos adelantados para dar otra batalla profesional.
Continuará.
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