Los seres humanos hacen a las instituciones y las instituciones hacen a los seres humanos.
Uno observa con detenimiento y a veces con cierto pavor, como ante determinadas circunstancias adversas, las personas pueden llegar a olvidar sus funciones y obligaciones.
Como se pueden llegar a mimetizar con la necesidad económica de una institución, o con un proyecto, por más que el mismo sea ridículo y “traído de los pelos”, para terminar hablando del mismo casi con un lenguaje de género y confundiendo como lo hace la progresía woke la condición biológica dada por los cromosomas, con la supuesta construcción cultural, tema que da mucho para hablar, pero en otro contexto.
Todas las instituciones sobre todo las creadas por ley tienen una determinada función, y de ahí no se deberían apartar.
Cuando se sale de ese lugar otorgado por legisladores que estudiaron el tema, lo primero es pensarlo y analizarlo bien, ya que puede suceder que en la búsqueda de un mayor beneficio para los afiliados, supuesto que seguramente se lo hace de buena fe, se pueden encontrar problemas mayores, muchas veces insolubles.
Por lo tanto lo que se debería hacer siempre son dos cosas:
1) Primero haber estudiado en profundidad esa nueva función, a ver si se puede desarrollarla con un número pequeño de afiliados, sin reaseguro ante intervenciones costosas, porque se puede caer en un problema mayor que el beneficio a otorgar.
2) No desnaturalizar la función esencial del ente creado, sin contemplar el redito del aportante que durante años obligadamente contribuyó para ello.
Por eso es que se debe ser muy cauteloso en el rol de dirigente, a tal punto que en el vértigo de la administración, en el día a día que todo se lleva puesto, uno se puede olvidar del sujeto que la conforma y para que fue creada dicha entidad.
En tono de reflexión ¿cuál es la razón de ser que le dio vida?, ¿para qué fue creada? ya que si los que la integran en condición de afiliados y desde el llano terminan realizando aportes por encima de lo establecido, quiere decir que esa institución y quienes la conducen como mínimo han extraviado el rumbo, lo han desnaturalizado.
No se puede, o mejor dicho no se debe, intentar financiar entidades con el aporte compulsivo de instituciones de índole civil, que funcionan en otro ámbito, sobre todo apelando a cosas efímeras y coyunturales a punto de finalizar, como puede ser una determinada forma de pago.
Si alguna entidad tiene un déficit que no puede resolver no es con el doble aporte de sus afiliados, o intimando a entidades civiles como va a lograr paliar su escasez.
Lo primero sería analizar internamente que estoy dando de más, que estoy haciendo que no corresponde, como puedo administrar mejor los recursos, antes que hacer volar por los aires relaciones de respeto y de trabajo mutuo que llevaron años conseguir.
Los valores que aportan las personas preparadas para la dirigencia mejoran las instituciones y hacen al respeto inclaudicable de las mismas.
De ese eje no nos moveremos, llamamos a la reflexión a quienes pretenden solucionar un problema sin tener en cuenta que cual castillo de naipes, lo que se va a desmoronar es la credibilidad en las instituciones y la de las personas que las representan.
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